![]() Por Robert J. Tamasy. Hay diferentes tipos de empleados; unos necesitan de una supervisión cercana mientras que otros no. Algunos necesitan instrucciones muy específicas sobre cómo proceder con una tarea o proyecto, otros están satisfechos al recibir unas pautas generales sobre lo que se espera y la flexibilidad para determinar cómo proceder desde allí. El desafío para el liderazgo eficaz es comprender lo que cada empleado requiere, para así poder ser más productivo, proporcionando lo que necesita y entender qué tan estrechamente se debe supervisar el trabajo. Hace muchos años, el entonces presidente de los Estados Unidos, Teodoro Roosevelt, dijo: «El mejor ejecutivo es el que tiene ese sentido para elegir a las personas que son buenas para hacer lo que se debe hacer, y que tengan el autocontrol suficiente como para no interferir con ellas mientras lo hacen». Esto se debe a que también hay diferentes tipos de líderes. Algunos prefieren subirse las mangas y participar directamente; a otros les gusta ofrecer una estrecha supervisión; y hay otros que saben delegar las asignaciones de trabajo y confían en su personal para hacer el trabajo, revisando sólo si tienen preguntas o si necesitan más instrucciones. Mi propio estilo de trabajo siempre se ha inclinado hacia el mínimo de estructura y libertad para determinar la mejor manera de abordar mi trabajo. He tenido supervisores que me mostraron su confianza, me asignaron tareas y me permitieron hacer el trabajo a mi manera. Otros jefes, sin embargo, decidieron vigilar de cerca lo que estaba haciendo. Algunos incluso sobre-supervisaron mi trabajo, lo que me pareció molesto e incluso desconcertante. En verdad noté que algunas otras personas, necesitaban un manejo más cercano. Claramente, no podemos guiar a todos exactamente de la misma manera. Entonces, como dijo Roosevelt, los buenos líderes entienden cómo elegir a las personas adecuadas y luego discernir la dirección que necesitan, sin entrometerse. Las Escrituras abordan este importante equilibrio: Conozca a los que guía. Los líderes saben lo que quieren lograr. También deben esforzarse por conocer y comprender a aquellos a través de los cuales se lograrán esos objetivos. «Asegúrese de conocer la condición de sus rebaños, preste especial atención a sus rebaños... los corderos te proporcionarán ropa y las cabras te darán para comprar un campo. Tendrás mucha leche de cabra para alimentar a tu familia» (Ver Proverbios 27:23-27). Demuestre preocupación e interés por los que dirige. Jesús usó la metáfora del pastor para explicar su compromiso con sus seguidores. Los buenos líderes son sabios al observar su ejemplo. «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida en sacrificio por las ovejas. El que trabaja a sueldo sale corriendo cuando ve que se acerca un lobo; abandona las ovejas.Soy el buen pastor; Conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas» (Juan 10:11-15 NTV). Reconozca la singularidad de cada uno de los que lidera. Todos en un equipo tienen diferentes dones, talentos y experiencia. El reconocimiento de sus contribuciones únicas permite al líder confiar a cada uno de ellos la responsabilidad y la autoridad acorde con lo que tienen para ofrecer. «Así como un cuerpo, aunque uno, tiene muchas partes, pero todas sus muchas partes forman un solo cuerpo, igual que con Cristo. Ahora bien, si el pie dijera: "Como no soy una mano, no pertenezco al cuerpo", no sería por esa razón que dejara de ser parte del cuerpo. Y si el oído dijera: "Como no soy ojo, no pertenezco al cuerpo", no sería por eso por lo que dejaría de ser parte del cuerpo...» (Ver 1 Corintios 12:12-26). © 2018. Robert J. Tamasy ha escrito Business at Its Best: Timeless Wisdom from Proverbs for Today’s Workplace; Tufting Legacies; fue coautor de David A. Stoddard, The Heart of Mentoring, y editó muchos otros libros, incluido Advancing Through Adversity de Mike Landry. El sitio web de Bob es www.bobtamasy-readywriterink.com , y su blog bisemanal es: www.bobtamasy.blogspot.com .
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![]() Por Robert J. Tamasy. «¿Por qué va a trabajar?» Hay muchas respuestas a esta pregunta. Obviamente, una razón, es para ganarnos la vida. Otra, si se es lo suficientemente afortunado, es para dedicarse a una profesión u oficio que disfruta y encuentra gratificante. Nuestro trabajo puede beneficiar a otros a través de los productos y servicios que podemos ofrecer. Pero para otros, el trabajo sirve como una actividad que ocupa el tiempo entre los fines de semana. Podríamos pensar en otras razones para ir a trabajar. Pero, ¿con qué frecuencia comenzamos nuestro día de trabajo con la actitud de que estamos allí como representantes de Jesucristo, aún si no somos empleados de una iglesia, de alguna organización cristiana sin fines de lucro o incluso si no estamos en una compañía cuyos dueños son seguidores de Jesús? Esta razón puede no estar siempre presente en nuestras mentes, aunque debería ser así. Colosenses 3:23 nos dice: «Hagan lo que hagan, hagan su trabajo como para el Señor...». Y podemos mostrar esto a través de la diligencia y calidad con que realicemos nuestros trabajos. Pero también debemos reconocer que a través de nuestro trabajo podemos tener oportunidades para encontrar personas que quieran saber más acerca de Él. Luego entonces, tenemos que estar preparados. Tomás, un amigo mío, es gerente general de una maquiladora. No hace mucho, lo visitó un importante cliente extranjero en visita de negocios; y vio que Tomás distribuía algunos boletos a los trabajadores en la planta y le preguntó: «¿Qué es eso?» Al enterarse de que las entradas eran para un evento en la iglesia de Tom, donde un orador hablaría de su fe en Jesucristo, el cliente se llenó de preguntas. Una por una, Tomás fue respondiendo a las preguntas de su visitante con sensibilidad y amabilidad. El cliente explicó que su esposa era seguidora de Cristo, pero en su país de origen la mayoría de la gente abraza una religión diferente. Mientras Tomás daba respuestas, el visitante frecuentemente expresaba asombro al comentar: «¡Nunca nadie me dijo nada como eso!». O, «Nunca lo escuché explicado de esa manera». Eso los llevó a más conversaciones durante los días siguientes. Cuando Tomás me contó esta historia, admitió que no esperaba esta oportunidad para hablar sobre su fe en Jesús. Pero estaba claro que entendía su responsabilidad de no sólo de servir a su compañía y clientes lo mejor que podía, sino también de servir y representar al Señor. Estaba siguiendo 2 Timoteo 2:15, que instruye: «Haz tu mejor esfuerzo para presentarte a Dios como alguien aprobado, un trabajador que no necesita avergonzarse y que maneja correctamente la palabra de verdad». Tom también estaba aplicando dos principios claves para comunicar su propia fe a los demás: Esté siempre listo para responder. Las oportunidades de hablar con otros sobre Jesucristo a menudo llegan de manera sorprendente. Entonces ayuda esperar lo inesperado. «Si alguien les pregunta acerca de la esperanza que tienen como creyentes, estén siempre preparados para dar una explicación…» (1 Pedro 3:15 NTV). Busque la sabiduría para responder adecuadamente. No existe un «molde» para el evangelismo personal. Requiere sabiduría, y confiar en la dirección de Dios, en qué decir y cómo decirlo apropiadamente, para adaptarse a la situación específica. «Compórtense sabiamente con los que no creen en Cristo, aprovechando al máximo cada momento oportuno. Que su conversación sea siempre amena y de buen gusto. Así sabrán cómo responder a cada uno» (Colosenses 4:5-6 NVI). © 2018. Robert J. Tamasy ha escrito Business at Its Best: Timeless Wisdom from Proverbs for Today’s Workplace; Tufting Legacies; fue coautor de David A. Stoddard, The Heart of Mentoring, y editó muchos otros libros, incluido Advancing Through Adversity de Mike Landry. El sitio web de Bob es www.bobtamasy-readywriterink.com , y su blog bisemanal es: www.bobtamasy.blogspot.com . ![]() Por Jim Mathis. Al igual que el cáncer o la presión arterial alta, el orgullo puede ser un asesino silencioso. Hace unos años, una canción del cantautor Roger Miller lamentaba el alto índice de divorcios con una frase que decía: «Creo que el orgullo es la principal causa del descenso del número de esposos y esposas». El orgullo no es solo la principal causa de la ruptura de las relaciones; también puede ser la fuente de malos tratos comerciales, conflictos familiares y guerras. Puede causar que busquemos venganza y represalias. «Ellos dispararon primero». «Ese territorio era nuestro antes de que eso sucediera». «Queremos un mejor trato, un trozo más grande del pastel». «Me ofendieron». Hace algunos años, estaba en el mostrador de la cafetería que tenía cuando entró un viejo amigo. Observó cuidadosamente el menú en la pared y me preguntó si sabía cómo hacer todas esas cosas. Respondí rápidamente que había desarrollado todas las recetas y entrenado a mis empleados. Entonces sí, sabía cómo preparar las bebidas. El hecho de que aún recuerde esa conversación de hace más de 15 años, me dice que era culpable de ser muy orgulloso en ese momento. Mi ego fue desafiado y sentí la necesidad de defenderme. Tal vez me sentí inseguro, o simplemente quería hacerle saber que yo tenía el control del lugar, y eso incluía el menú. Estoy seguro de que hoy habría hecho un comentario más alegre y que pronto me habría olvidado del incidente. De hecho, en una situación similar que surgió recientemente, simplemente respondí afirmativamente y sonreí. Fue una respuesta mucho mejor. Me gusta el consejo del libro de los Proverbios, que dice: «Es de tontos hablar con orgullo; es de sabios ser de pocas palabras» [Proverbios 14:3 TLA]. El orgullo presenta su fea cabeza cuando menos lo esperamos. Nos hace tratar de defendernos ante el más mínimo desafío. Nos hace menospreciar a los demás para construirnos a nosotros mismos a través de insultos y humillaciones. El acoso generalmente es causado por tratar de construirnos a nosotros mismos mientras estamos derribando a alguien más. Hemos escuchado mucho sobre el acoso sexual en el lugar de trabajo. Sin intentar simplificar demasiado el problema recurrente, a menudo es causado por un hombre que trata de construir su propia visión distorsionada de la masculinidad u ocultar su propia inseguridad. «El orgulloso termina en la vergüenza, y el humilde llega a ser sabio»(Proverbios 11:2 TLA). Sin embargo, hay que considerar otro lado del orgullo. En Mateo 22:39, Jesús nos instruyó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. En este mandato, Jesús estaba insinuando que debemos amarnos a nosotros mismos para amar a los demás de manera efectiva. El sano orgullo hace que nos atribuyamos el mérito de nuestro trabajo; nos enorgullecen nuestros logros y nos alientan a generar un trabajo de calidad, un trabajo del que estemos orgullosos cuando otros lo vean. Y el orgullo nos anima a cuidar nuestro cuerpo físico. La gente de negocios, y especialmente los empresarios, necesitamos promocionarnos, pero debemos hacerlo de tal manera que el orgullo no se centre en el pecado y en las relaciones tóxicas. Hay una delgada línea entre el sano orgullo y la arrogancia, y entre la confianza en uno mismo y la falta de modestia. Saber en dónde están esas líneas requiere sabiduría y discernimiento. La humildad con fortaleza, puede ser una cosa que evitemos, si no tenemos la sabiduría de Dios. Jim Mathis es dueño de un estudio de fotografía en Overland Park, Kansas, especializado en fotografía ejecutiva, comercial y teatral, y recientemente abrió una escuela de fotografía. ![]() Por Rick Boxx. Mientras estuve en sociedad con un mi amigo Jerry, en una consultoría, él compartió una visión con Tom, quien era uno de nuestros clientes. Jerry hizo una observación simple, pero profunda: «El éxito es el más grande impedimento para la grandeza». Jerry explicaba, que en una serie de eventos, no es raro que los líderes crean que los logros son debido a su brillo profesional. Y como resultado, comenzar a asumir que su éxito es perpetuo. Piensan que las decisiones que se toman siempre producirán más éxito. Sin embargo, al venir los cambios en las condiciones y los mercados, las personas exitosas pueden dejar de serlo, si no están constantemente comprendiendo los tiempos, reconociendo los cambios importantes y haciendo las adaptaciones consecuentes. Hoy en día, pareciera que la única cosa que es invariable es la realidad de que las cosas pueden cambiar, y frecuentemente lo hacen, y a veces a una velocidad increíble. En el caso de que su estado actual sea una excelente estrategia, si trata de no cambiar por mucho tiempo, verá cómo lo deja atrás su competencia. Los cambios —desde luego— no son algo nuevo; sin embargo, la tecnología y las comunicaciones han desempeñado un papel importante para acelerar el ritmo y propiciar el avance actual. La Biblia nos da algunas consideraciones sobre el cambio, y la importancia de nuestra voluntad para responder con eficacia. En el libro de 1 Crónicas encontramos una interesante recopilación de los grandes hombres que se unieron a David en su batalla contra Saúl. Leemos acerca de los hombres de Isacar «…Todos estos hombres entendían las señales de los tiempos y sabían cuál era el mejor camino para Israel» (1 Crónicas 12:32 NTV). Ellos eran astutos observadores de lo que ocurría alrededor de ellos, buscaban discernir lo mejor para responder a las circunstancias cambiantes. En el viejo libro de la sabiduría, Eclesiastés, también vemos la inevitabilidad del cambio. El primer versículo del tercer capítulo empieza diciendo: «Hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo». Eso nos enseña que los cambios son en muy diversas maneras. Luego continúa diciendo: «Un tiempo para nacer y un tiempo para morir. Un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar. Un tiempo para matar y un tiempo para sanar. Un tiempo para derribar y un tiempo para construir. Un tiempo para llorar y un tiempo para reír. Un tiempo para entristecerse y un tiempo para bailar. Un tiempo para esparcir piedras y un tiempo para juntar piedras. Un tiempo para abrazarse y un tiempo para apartarse. Un tiempo para buscar y un tiempo para dejar de buscar. Un tiempo para guardar y un tiempo para botar. Un tiempo para rasgar y un tiempo para remendar. Un tiempo para callar y un tiempo para hablar» (Eclesiastés 3:2-7). Al enfocarnos en nuestro trabajo, formulando planes, desarrollando estrategias, entendiendo proyectos y evaluando resultados, seremos beneficiados al tener presente la forma de ser de los hombres de Isacar, que constantemente estudiaban y entendían los tiempos. Al mismo tiempo, los líderes de excelencia saben entender las diferencias y saben que estar dispuestos a cambiar su criterio no exige cambiar o comprometer sus valores. Aquellos que son constantes, son como un faro en los mares de cambio. Copyright 2018, Unconventional Business Network (anteriormente Integrity Resource Center, Inc). Adaptado con permiso de "Integrity Moments with Rick Boxx", un comentario sobre cuestiones de integridad en el lugar de trabajo desde una perspectiva cristiana. Para obtener más información sobre su ministerio o suscribirse a los Integrity Moments diarios de Rick, visite www.unconventionalbusiness.org. Su último libro e inspiración para su nuevo nombre de ministerio, Unconventional Business, proporciona "Cinco claves para hacer crecer el negocio a la manera de Dios". |
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