![]() Por Jim Langley. Alguien dijo en una ocasión: «¡No me importaría el dolor, si no doliera tanto!». Todos podemos identificarnos con eso. Desde hace algún tiempo he estado tratando con un dolor agudo e incapacitante en la pierna derecha, insoportable a veces. Es sorprendente cómo un ligero estrechamiento de discos en la columna puede causar tanta incomodidad. Por supuesto, el dolor se presenta de muchas formas, no sólo físicamente. Y se mantiene de una manera u otra a lo largo de nuestras vidas. Cualquiera que sea la condición que adopte, el dolor puede conducir fácilmente a la desesperación y a una permanente incomodidad, y así distraernos de disfrutar la vida cotidiana. Muchas mujeres han experimentado el dolor asociado con el parto. Uno de mis amigos ha tenido ocho operaciones de rodilla. El dolor puede tomar forma de angustia mental. El TEPT (Trastorno por estrés postraumático) es tan sólo un ejemplo, ya sea para un soldado que haya vivido una fuerte impresión en el campo de batalla, para los trabajadores de servicios de emergencia que han sido testigos de primera mano del dolor y sufrimiento humano y de la muerte, o las personas que han sufrido grandes abusos en su vida personal. Está también el dolor que sobrellevan las personas afectadas por algún tipo de adicción. El dolor de la depresión emocional puede dejar a una persona con sentimientos de desesperanza. Y para aquellos de nosotros que trabajamos, no hay escasez de dolor: objetivos y aspiraciones no realizadas; ser despedidos del empleo; negocios fallidos; clientes y contratos de venta perdidos; no recibir promociones o aumentos de sueldo que creíamos merecer; dificultades financieras —incluso la quiebra—; o tratar con personas no razonables en el trabajo, ya sea con los proveedores, los jefes, o con los compañeros. Hay muchas opciones para tratar el dolor. Podemos medicarnos. Podemos ignorarlo, encerrándonos en nosotros mismos, negándonos a reconocer que sin duda nos afectará a mediano o largo plazo. Podemos llegar a estar obsesionados con actividades que nos ayuden a olvidar nuestro dolor temporalmente. Es muy triste, que de vez en cuando oímos de personas que deciden escapar del dolor tomando sus propias vidas. Por supuesto que ninguno de estos enfoques puede realmente resolver el problema del dolor. No sólo eso, también causan dolor para las personas cercanas a nosotros. Afortunadamente, he descubierto una manera de lidiar con el dolor, que nos puede ayudar a valorar como positivo aquello que la adversidad y la pena pueden dejar en nuestras vidas. Para mí, la solución siempre comienza con una oración y reconociendo que Dios tiene un propósito en todo lo que estoy pasando, incluso si Él decide no decir cuál podría ser su propósito. En Jeremías 29:11, Dios dice: «Porque yo sé los planes que tengo para ustedes... planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles esperanza y un futuro». Incluso cuando no entendamos la razón del dolor que tengamos que soportar, podemos confiar en que Dios es plenamente consciente de ello y lo usará para sus propósitos eternos —y para nuestro bien. La experiencia me ha enseñado que también necesito confiar en que Él tiene el control, y no ha dejado de trabajar en transformarme más y más a la imagen de su Hijo. El dicho popular: «¡Sin dolor no hay ganancia!». No se puede encontrar en la Biblia, pero hay mucho de verdad en esa frase. Creo que con los dolores de la vida podemos y vamos a encontrar mucho que ganar, si estamos dispuestos a esperar. Como se dice en Romanos 5:3 «nos gozamos en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la paciencia, carácter; y la prueba, esperanza». Al afrontar el dolor, nuestra tendencia es tratar de que se calme, pero a menudo no es así. Tal vez pasaría más rápido si nos disponemos a aprender de ello con mayor rapidez, pero aun cuando persista, podemos tener confianza en la seguridad que tenía el apóstol Pablo cuando dijo: «Tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí, pero él me dijo: "Mi gracia te basta, pues mi poder se perfecciona en la debilidad"» (2 Corintios 12:8-9). Con esta perspectiva, podemos orar. «Señor, humildemente admito que Tu gracia es suficiente para este seguidor de Cristo». © 2016, todos los derechos reservados. Jim Langley ha sido agente y suscriptor (CLU) con New York Life desde 1983 y miembro activo de la CBMC en Santa Barbara, California, EE.UU. desde 1987. Adaptado de una de sus discusiones «Estrategias del cuarto tiempo», diseñadas a «encender un fuego debajo de los negocios cristianos y de profesionales para ser más eficaz en el mercado de Jesucristo». Su sitio web es: www.fourthquarterstrategies.com
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![]() Por Robert J. Tamasy ¿Usted aspira a la grandeza? ¿Le gustaría dirigir una gran empresa, o crear un negocio que se convierta en el estándar de excelencia en la industria? ¿O le gustaría ganar el reconocimiento por ser un gran líder, el tipo de persona cuyo nombre aparece en las páginas de un libro como “Quién es Quién” o estar en la portada de la revista TIME como "Persona del Año"? Tal vez sólo le gustaría ser tan experto e integral como alguien a quien admira grandemente. Además de escribir, editar y la fotografía, una de mis principales intereses siempre ha sido la música. Yo tocaba la batería en conciertos de marchas y bandas escolares, y envidiaba a los talentosos bateristas de fama mundial. "¡Me gustaría poder tocar la batería de esa manera!" Pensaba a menudo. Pero quería resultados sin hacer el esfuerzo necesario. En su página web, el estratega organizacional y coach ejecutivo Stephen R. Graves recientemente hizo esta observación sobre el liderazgo: "No hay una velocidad de cocimiento para la grandeza. Convertirse en grande no va a pasar mañana; es en cambio una larga perseverancia en la misma dirección. Como Malcolm Gladwell ha observado ingeniosamente, incluso a los que reverenciamos como genios y prodigios - Bill Gates, Mozart, Los Beatles - todo funcionó increíblemente difícil por un increíble lapso antes de lograr verdaderamente la grandeza. Las mejores sopas simplemente tienen que sentarse y cocerse a fuego lento. No se pueden precipitar. No se puede acelerar la madurez al cocinar. Debemos hacer las cosas a su tiempo". Muchos de nosotros somos impacientes ante la espera de los hornos de microondas para calentar los alimentos. Nos cansamos de esperar que cambien los semáforos. Detestamos esperar en las filas. Y con demasiada frecuencia, nos negamos a invertir el tiempo y la perseverancia necesaria para alcanzar la grandeza vocacional. Queremos lo que queremos - ¡y lo queremos ahora! Se podría argumentar que la grandeza no se obtiene ganándola - igual que un título universitario, o un salario por hora - sino más bien se otorga. Dos de los discípulos de Jesús, Santiago y Juan, fueron en busca de posiciones de grandeza cuando preguntaron, "Que uno de nosotros se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria" (Marcos 10:37).Después de responder que no tenía idea de lo que estaban pidiendo, dijo Jesús, "pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí concederlo. Eso ya está decidido.” (Marcos 10:40). Aquí hay algunos principios bíblicos acerca de la búsqueda de la grandeza: Toma tiempo. Cuando la gente se pregunta por qué alguien ha experimentado un gran éxito cuando otros no lo tienen, deberían preguntarse, "¿Puse el esfuerzo necesario?" "Manos diligentes gobernarán, pero el perezoso estará en el trabajo del esclavo" (Proverbios 12:24). Se necesita perseverancia. La consecución de la grandeza requiere voluntad de enfrentar los obstáculos y soportar muchos tipos de adversidades. "Considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada."(Santiago 1: 2-4). Se necesita la motivación correcta. La verdad es que deberíamos preguntarnos por qué buscamos la grandeza ¿por orgullo, o por el deseo de honrar a Dios y ser fieles mayordomos de todo lo que Él nos ha confiado.? "Hagan lo que hagan, trabajen de buena con todo tu corazón, como para el Señor y no para los hombres" (Colosenses 3: 23-24). Robert J. Tamasy es vicepresidente de comunicaciones para el Legado de los Líderes, Inc., una corporación de no lucrativa en Atlanta, Georgia, E.E.U.U. Bob ha escrito en su máxima expresión: La sabiduría intemporal de Proverbios para el lugar de trabajo de hoy; Los legados; y coautor con David A. Stoddard, El corazón de mentor. ![]() Por Jim Mathis. En mi negocio de restauración de fotografía, a menudo veo impresiones manchadas, desvanecidas, o incluso partidas en trozos. Mi trabajo es unir cuidadosamente las piezas, eliminar las manchas e imperfecciones, y restaurar los colores apagados. Es un proceso en el que utilizo una gran variedad de herramientas. A veces, los instrumentos empleados son evidentes, tales como agua, jabón y una esponja de algodón. Otras veces utilizo un programa altamente sofisticado de gráficos por computadora, como el Adobe Photoshop, para rellenar grietas o incluso sustituir las piezas que faltan. Uno de mis grandes placeres —tanto profesional como personal— es el de ser capaz de presentar a un cliente una imagen restaurada de algo que creían que se había perdido, sin posibilidad de reparación, ya sea de un ser querido o un recuerdo muy apreciado. Esto es una metáfora de la vida diaria, porque a menudo no se trata solo de fotos lo que está dañado. La vida de las personas está dañada, y a veces por mucho. En un sentido u otro, esto es cierto para todos nosotros. Afortunadamente, tenemos un hábil artesano llamado Jesús, que puede examinar las piezas de nuestras vidas, ver lo que está dañado, lo que se ha desvanecido o de lo que se ha abusado, e incluso encontrar las piezas que faltan en ellas. Entonces, como un hábil especialista fotográfico, puede ir colocando con cuidado cada cosa, hasta dejarlas tan bien como algo nuevo. Usando un software especializado, puedo dejar casi cualquier fotografía mejor que nueva y, sin duda, mejor de lo que el cliente espera. Trabajo meticulosamente en lo que se había descuidado, dañado o roto, para lograr un trabajo superior al original. Me gusta decir a mis clientes que no sólo puedo reparar fotografías dañadas, sino también puedo mejorarlas, corrigiéndoles errores que ellos ni siquiera sabían que tenían. En una forma mucho más profunda y eterna —todos los días— Dios está haciendo el mismo tipo de trabajo en nuestras vidas a través de su Hijo, Jesucristo. Su ‘negocio’ es tomar las vidas que están dañadas, rotas, desvanecidas, a las que incluso les faltan piezas, para volver a unir todo y dejarlas mejor que antes. Dios se deleita en este proceso de restauración y renovación. Él declara esto en el Antiguo Testamento de la Biblia: «Mira, ¡estoy haciendo algo nuevo! Ahora acontece; ¿no lo percibes?...» (Isaías 43:19). Entonces, mientras crece nuestra relación con Él, se nos invita a experimentar un divino proceso de transformación eterna: «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente…» (Romanos 12:2). A medida que nos centramos en Dios y las Escrituras, podemos llegar a ser personas nuevas. En lugar de esponjas de algodón, aerógrafos y programas de computadora, Dios usa el amor, el perdón y la reconciliación como sus herramientas de transformación. Es cierto, como profesional de la fotografía, no voy por ahí arreglando todas las fotos que veo. Dios tampoco repara automáticamente vidas rotas. Cada uno de mis clientes sabe que tiene una foto con algún problema, y es por eso que me la traen para ser mejorada. Una vez que se han acercado a mí, hago todo lo posible para resolver su problema. De la misma manera, Dios quiere que vayamos a Él y admitamos que estamos listos para la ayuda que sólo Él puede dar. Por eso Jesús dijo: «Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta…» (Lucas 11: 9). Al igual que mis clientes traen sus necesidades a mí, hay que llevar las nuestras a Dios. Jim Mathis es dueño de un estudio de fotografía en Overland Park, Kansas, especializado en fotografía ejecutiva, comercial y teatral, y recientemente abrió una escuela de fotografía. ![]() ¿Alguna vez se ha tomado el tiempo para examinar su cosmovisión personal y los factores que la han conformado? Nuestra cosmovisión —es decir, nuestra concepción de la vida— es crítica, dado a que ella allana las formas en que pensamos acerca del mundo y la forma en que respondemos a ello. Bajo esa luz, muchas de las ideas que sostenemos en los negocios van en contra del punto de vista bíblico, y debemos tener la sabiduría para entender de qué manera esas perspectivas pueden entrar en conflicto. Lucro. En los 80’s, el notable economista Milton Friedman proclamó: «El único propósito de los negocios es lucrar». Muchos líderes adoptaron el punto de vista de Friedman, justificando su búsqueda de beneficios a cualquier costo. En 1987, esta visión se llevó al público en la película «Wall Street». En la escena cumbre, mientras el mercado se está desplomando a causa de tanta codicia por el dinero, Michael Douglas, en el papel de Gordon Gecko, irónicamente expresa: «¡Verde es bueno!». Desafortunadamente muchos se creen ese ‘mantra’, a pesar de la mucha evidencia que hace saber que se trata de un error. La paradoja aparece cuando consideramos lo que dice la Biblia. Por ejemplo, en la primera carta a los Corintios 10:31 enseña: «En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios». Nos está diciendo que Dios desea que nuestro negocio —o trabajo— lo glorifique, no tan solo brinde ganancias. ¿Cuál visión ha escogido usted? Sociedad. Jim tenía una emocionante idea para un nuevo negocio, pero necesitaba una suma significativa para iniciarlo. Un conocido ofreció invertir los fondos necesarios y así ser socios a partes iguales. La esposa de Jim le previno contra este «yugo desigual» al asociarse con quien no compartía las mismas creencias y valores, pero aún así Jim siguió adelante, con tal de obtener los fondos que requería. La historia tuvo una corta vida, con una triste conclusión un año más tarde, cuando el compañero de Jim lo obligó a salirse del negocio debido a su desdén por sus creencias espirituales. Vemos un dilema similar en 2 Crónicas 20:37, después de que Josafat, rey de Israel, se asoció con un malvado rey para construir barcos. Dios destruyó los navíos y envió un profeta para decirle a Josafat: «Porque has aliado con Ocozías, el Señor ha destruido sus obras». Posición. En el mundo profesional y de negocios se dice que podemos escoger a cualquiera para ser nuestro socio. Sin embargo, Dios es el propietario de todo, según las Escrituras. Si esto es cierto, ¿tenemos realmente el derecho de escoger a nuestros socios, y con quién hemos de trabajar? Cuando era joven y en ascenso por la pendiente corporativa, mi mente estaba enfocada en ir alto, y cada vez más alto, para que más gente me sirviera. Entonces llegó el día en que una experiencia ¡movió toda mi cosmovisión! El presidente del banco en que trabajaba fue a pedirles los carros a sus empleados porque él los lavaría como un acto de servicio. Cuando en mi incredulidad reté al jefe por hacer eso tan poco convencional, mi jefe sonrió y me recordó que Jesús sirvió a Sus discípulos lavándoles los pies. Jesús dijo en Lucas 22:26 «Aquel que sea el mayor, que sea el más pequeño, y el que dirige sea como el que sirve». La mentalidad de nuestro mundo dice que los líderes deben de ser servidos, pero Dios dice que los mejores líderes son los que sirven a los demás. (Derechos de propiedad literaria 2016, Centro de Recurso de Integridad, Inc.) Adaptado con permiso de «Momentos de Integridad con Rick Boxx», comentarios de los problemas de integridad en el trabajo desde una perspectiva cristiana. |
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